La encina


Desde Antares, ¿quién soy yo?

lunes, 5 de octubre de 2009 | Hay 0 comentarios

 

  

Ha llegado a mi correo “Un poco de astronomía”. Es muy posible que conozcan este interesante mensaje . Lo tengo a mano y lo he contemplado ya varias veces en estos pocos días. Impresiona fuertemente mirar las imágenes  que nos ofrece el potente telescopio Hubbles. No se me van del pensamiento.

Distancias inimaginables. Maravillas del cosmos. Tiempos incalculables. Inmensidades silenciosas. Nebulosas y constelaciones. Ventanas de luz. Estallido de estrellas que siguen naciendo cada día en viveros lejanísimos.  En estos espacios, la incandescencia y la oscuridad se dan la mano.

       Dicen que nuestra tierra se pierde de vista desde la órbita  de Saturno uno de los satélites de nuestro sistema solar… Nuestro planeta no se distingue desde otros sistemas solares de nuestra propia galaxia… Ni siquiera se distingue el sol.

Somos pequeños los hombres y mujeres de este planeta. Somos realmente  minúsculos. Nuestros problemas y conflictos también lo son. Seamos humildes, nos dice el autor que no nombra a Dios en ningún momento. ¿Cómo se puede hablar de una obra bellísima como  es este universo sin decir el nombre de su creador?

A mí, sin embargo, ver tal cúmulo de maravillas – solo “reflejos de su verdadera hermosura”, como nos dice San Pablo – Me hace pensar en la belleza infinita de Dios, a quién un día veremos “tal cuál es”, “cara a cara”.

Y me impresiona pensar que el Creador de todo el universo, de todas las cosas “visibles e invisibles”, es Padre de todos, Padre cercano, Padre que nos ama tal como somos. No solo como a todas las demás  criaturas suyas, las estrellas y las flores, los animales y las montañas, sino como a verdaderos hijos suyos, a los que ha prometido participar de su gloria. El Creador de todo cuanto existe nos conoce “por nuestro nombre” y conoce nuestro corazón como conoce las profundidades del mar… 

¿Quién soy yo desde Antares? (Antares es la quinceava estrella más luminosa que se distingue desde la tierra, a mil años luz de distancia.) Déjenme que les diga: desde Antares, yo soy sencillamente alguien que vale más que todo ese cosmos de colores y sombras, de estrellas y galaxias, de inquietantes agujeros negros, de espacios ilimitados y desconocidos.

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Le diste el mando sobre las obras de tus manos…!” “Señor, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! “ ¡En todo el universo!” (Salmo 8).

Distancias inimaginables. Maravillas del cosmos. Tiempos incalculables. Inmensidades silenciosas. Nebulosas y constelaciones. Ventanas luminosas. Estallido de estrellas que siguen naciendo cada día en viveros lejanísimos. Incandescencia y oscuridad se dan la mano.

       Nuestra tierra se pierde de vista desde la órbita  de Saturno uno de los satélites de nuestro sistema solar… Nuestro planeta no se distingue desde otros sistemas solares de nuestra propia galaxia… Ni siquiera se distingue el sol.

Somos pequeños los hombres y mujeres de este planeta. Somos realmente  minúsculos. Nuestros problemas y conflictos también lo son. Seamos humildes, nos dice el autor que no nombra a Dios en ningún momento. ¿Cómo se puede hablar de una obra bellísima como lo es el universo sin decir el nombre de su creador?

A mí, sin embargo, ver tal cúmulo de maravillas – solo “reflejos de su verdadera hermosura”, como nos dice San Pablo – Me hace pensar en la belleza infinita de Dios, a quién un día veremos “tal cuál es”, “cara a cara”.

Y me impresiona pensar que el Creador de todo el universo, de todas las cosas “visibles e invisibles”, es Padre de todos, Padre cercano, Padre que nos ama tal como somos. No solo como a todas las demás  criaturas suyas, las estrellas y las flores, los animales y las montañas, sino como a verdaderos hijos suyos, a los que ha prometido participar de su gloria. El Creador de todo cuanto existe nos conoce “por nuestro nombre” y conoce nuestro corazón como conoce las profundidades del mar… 

¿Quién soy yo desde Antares? (Antares es la quinceava estrella más luminosa que se distingue desde la tierra, a mil años luz de distancia.) Déjenme que les diga: desde Antares, yo soy sencillamente alguien que vale más que todo ese cosmos de colores y sombras, de estrellas y galaxias, de inquietantes agujeros negros, de espacios ilimitados y desconocidos.

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Le diste el mando sobre las obras de tus manos…!” “Señor, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! “ ¡En todo el universo!” (Salmo 8).

  


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