La encina


El cielo del agua del pozo de mi huerto

lunes, 17 de mayo de 2010 | Hay 2 comentarios

Un día atravesando la calleja trasera de mi casa natal, entré en “el huerto de casa”, llamado así por estar muy cerca de la mansión familiar.

Era pleno verano. Una tarde calurosa del mes de julio. Me recibió una tierra gris y polvorienta, con hierbas verdisecas acá y allá. Todo sediento y yermo. Hace décadas que allí ya no hay jardín. Y, sin embargo ese día llegaba hasta mí, en el tiempo, el aroma de los alhelíes, de los narcisos, de los lirios, de las azucenas blancas, y de las lilas del lilo sembrado junto al pozo. Y también el perfume inconfundible de la jeringuilla llena de flores blancas y el del naranjo de la entrada, del que nunca llegamos a comer naranjas. Ya no estaba el manzano que plantó mi padre; tampoco el eucalipto que creció con nosotros. No importa, yo veía, con sus manzanas verdes, el manzano, y en su altura gigante el eucalipto. Y junto a los muros, en plena decadencia, las higueras, no todas, de los huertos vecinos. No faltaban tampoco en aquellos instantes los pobladores del feliz universo de mi infancia: saltamontes, abejas, moscardones, libélulas, escarabajos, chicharras y mariposas. Y un poco más allá contemplando la escena, el campanario amigo de la iglesia cercana. En lo más alto, cigüeñas crotorando al lado de sus crías.

 

 

El pozo estaba allí, como si no existiera. Y me asomé al brocal. El agua quieta, y clara, La vida se movía en el estrecho espacio de sus viejas paredes de granito y pizarra. Tomé una foto sin saber por qué.

Unos meses después, en la distancia, muy lejos de mi huerto, vuelvo a asomarme al pozo atrapado en la imagen del instante irrepetible de aquel día de verano. Y admiro con asombro lo que entonces no vi. Yo buscaba el secreto de un fondo negro, oscuro e invisible. El me devuelve a cambio un cielo azul redondo y transparente.

Por eso, cada vez que me asomo a su brocal abierto, presiento que este pozo posee lo yo busco. Quiere decirme algo! Mas yo me siento incapaz de captar su mensaje.

Hoy me pongo a escribir bajo mi “encina” con la página en blanco, para ver si escribiendo se desvela el motivo de esta inquieta certidumbre mía, pero guarda silencio en ese fondo oculto tras el cielo redondo azul y transparente, salpicado de hojas secas…

Y si el pozo soy yo?

Y si ha llegado el tiempo de asomarme a mí misma con humildad tranquila?

Y si el agua es silencio? Y si el agua es mi vida? Y si el reflejo azul es el paso de Dios atravesando todos los pasos de mi existencia efímera?

Y si las hojas secas sobre el agua, fueran simples capítulos de historia escritos en el viento? Poemas que marcaron el ritmo de mis senderos jóvenes?

Y si me dice que he que bajar al fondo para encontrar las luces verdaderas? Y si quiere decirme que el agua de mi vida tiene que hacer vivir los alhelíes, narcisos y azucenas de otros tiempos allí donde se escribe mi historia del presente?

No lo sé. Solo entiendo que puedo ver el cielo en el agua del pozo de mi huerto. Y me propongo, volver a su brocal de nuevo. Puede ser que algún día, en otro encuentro amigo, me diga lo que busco.


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