La encina


Tresor

jueves, 27 de septiembre de 2012 | Hay 2 comentarios

Tres años largos hace ya que una joven de corta estatura llegó a nuestra casa con un pequeñín en brazos. Un bebé débil, malnutrido y enfermo al que enviamos de inmediato al dispensario, casi convencidas de que no llegaría al día siguiente con vida.


¡Pues nos equivocamos ¡ El chiquillo resucitó contra todo pronóstico. Con la papilla de las Monjas Dominicas de Tumi, fue tomando peso y llenándose de fuerza. Pegado siempre a su madre, al principio a su espalda y después en sus brazos. Perezosillo para andar, sobre todo para subir de la mano los 217 escalones cuando salimos de misa los domingos. Claro que lo comprendo perfectamente…


Su madre hace lo que puede y lo que no puede por sobrevivir ella y su hijo. La Comunidad la apoya con el proyecto de nutrición cada mes. Incluimos en su paquete además del arroz, el aceite de los botes de tomate concentrado, el azúcar y la margarina, y otros alimentos, un paquete de velas, pues no tiene luz en la habitación alquilada en la que viven los dos. Y también jabón “macabó” para lavar su ropa.


Aun no les he dicho su nombre. Y por nombre que no quede. Esta mujer, en medio de las dificultades y penas de su embarazo, del abandono del padre del bebé que llegaba, no se quedó atrás y le puso a su hijo un nombre soñador, sobreabundante de amor, riqueza y optimismo, de alegría y de grandes esperanzas: Después de su apellido este es su nombre: Mesrêves, Joyelle, Trésor (Mis sueños, Alegría, Tesoro). Este largo nombre lo reducimos a Tresor. Así lo conoce todo el mundo en nuestro barrio.


Pues Tresor el chiquillo que llegó aquella mañana a nuestra casa ha comenzado la escuela hace unas dos semanas. Y no le está siendo fácil la adaptación. En su casa domina a la mamá, pero en la escuela como no rige el mismo sistema de gobierno que en su hogar, no está muy convencido todavía. Además Gerard, un hermano Escolapio que anima nuestras clases, está siendo para él, la voz del padre que no tiene en casa. Una gran novedad para él.


No lo he visto hoy. Seguro que se habrá puesto contento con la mochila que normalmente viene vacía. Se la compramos ayer. Los pequeñines no tienen ni libros ni cuadernos, la mochila es puramente decorativa. Bueno, no tanto, todos los niños tienen que traer un bocadillo para la mitad de la larga jornada única. Trésor abre la suya encuentra tres galletas se las come sin respirar y luego se pone a pasar por las mesas y a llorar cuando ve que los otros niños sí sacan de su mochila algo más consistente… Esta semana, hemos encontrado la solución: prepararle el bocadillo en nuestra casa y metérselo en su mochila mientras él está en la clase.


Ha resistido gracias a Dios a más de un paludismo y ahora con su presencia, nos recuerda siempre a tantos bienhechores que han colaborado sin saberlo en que él esté vivo alegrándonos con sus risas, con sus rabietas espectaculares y con su forma de ser. ¡ Bendita la hora que llegó a nuestra casa ¡
Como a él hemos visto crecer a otros niños y niñas de los que nadie esperaba nada. Un día de estos, les presentaré por ejemplo por ejemplo,a los “triplés” (trillizos).


A `pesar de lo que piensa mucha gente… sobre el exceso de población sobre nuestro planeta, yo siempre creo que el mundo sería menos radiante, menos alegre, menos hermoso, si ellos no estuvieran aquí. Además tengo razones de peso- La primera, y convincente: si yo hubiese sido la última hija, - novena de 12 hermanos-, yo me hubiera perdido tres hermanas geniales que han sido y son cómplices de mis mejores aventuras infantiles . Qué diferente hubiese sido mi vida de ayer y de hoy sin su presencia!


Por eso jamás diré un no a la vida a la que Dios por y con amor ha dicho de antemano un sí.
 


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