La encina


EL CUADRO QUE ENCONTRO SU CASA.

domingo, 9 de febrero de 2014 | Hay 0 comentarios

Durante meses que me han parecido una eternidad, solo he visto la luz del sol un día. Pensé que ya era el momento de salir al aire libre, pero no, ese día, me hicieron una foto, me envolvieron en el mismo papel de regalo y de nuevo a mi retiro oscuro en el fondo del armario con la única compañía de maletas, cajas y radiografías antiguas. He llevado una existencia inerte. Y perdí la esperanza de ver de nuevo el sol. Cada vez que la puerta se abría y se cerraba de nuevo, se consumía un poco más mi fe. Llegó un momento en el que pensé que hubiera sido mejor que nadie me pintara. Mi autor perdió conmigo, inútilmente, su tiempo, sus colores y su inspiración. Sin embargo, cuando creía que ya nadie se acordaba de mí, cuando me había sentado ya en la orilla del acantilado del olvido, cuando mi llama estaba a punto de extinguirse, se abrió la puerta de mi prisión, y sentí, en mi debilidad extrema, que alguien me arrancaba del aislamiento y de la oscuridad. Entonces, debería esperar aún la luz y otro destino? Sentí que retiraban el papel de regalo, sentí que me miraban con una expresión de alegría e ilusión, de triunfo y de alivio. “Hay que poner el cuadro en su lugar” Escuché que decían. Y como si todo fuera un sueño difícil de creer para un pobre cuadro, vi que el papel de regalo iba directamente a la papelera, y que la puerta del armario se cerraba esta vez para siempre detrás de mí que miraba de reojo, agradecido, hacia la luz de la ventana. ¡Qué maravilla la vida ¡ ¡Qué maravilla la luz ¡ ¡Qué maravillosa libertad¡ He salido a la calle acompañado de risas y de cantos. Me llevan hacia una casa que no está aun terminada. Y qué sorpresa la mía ¡Allí me reciben como si yo fuera alguien importante. Paso de mano en mano, me miran y me admiran. Todos me regalan sus sonrisas. ¿Cómo puede cambiar tan increíblemente la vida de un pobre cuadro en tan solo unos instantes? Hasta mí llega la voz de alguien que dice a los demás: “Esta casa empezó por este cuadro…” Miro a través de la ventana y mi corazón se ensancha y se siente esencialmente feliz: “Por fin, encontré mi lugar en este mundo”. Los días de oscura desesperación se borraron de mis recuerdos. Me esperan otras historias desconocidas. Desde esta pared puedo seguir el ritmo de esta gran familia. Veré reír y crecer a estos niños. Se harán mayores. Vendrán otros niños. Estoy en mi casa. Y yo seré, sin que ellos lo sepan, el cronista anónimo de sus vidas inciertas.


Logotipo Oficina de Internet
teléfono: 91 598 79 73
Contacta con nosotras