La encina


UN CUADRO PARA UNA CASA

martes, 23 de octubre de 2012 | Hay 0 comentarios


Alguien me dice con generosa decisión: “Te dejo ese cuadro para ponerlo en la casa de Pascal”. Y yo recibo el encargo con la mayor naturalidad del mundo. Lo guardo en mi habitación y como es ya de noche, pues ¡Hasta mañana ¡
Al día siguiente, el ritmo de siempre, entro y salgo corriendo varias veces en la habitación. El cuadro sigue ahí, en un rincón –aun no he encontrado un sitio adecuado para él- envuelto en papel de regalo.

Hasta que en un momento determinado caigo en la cuenta de que, claro, el cuadro está pero, ¿dónde está la casa? Porque es cierto, la casa de Pascal no existe. El lugar en el que vive con su familia no puede llamarse casa, y la construcción incipiente que va surgiendo en este terreno accidentado y rocoso, que se ha adquirido para él, tampoco se puede llamar casa. Entonces, no hay paredes para colgar el cuadro.

 No se puede empezar a construir una casa por el tejado… Eso es lo que siempre se dice. Por el tejado no, y ¿por un cuadro? ¡Menos todavía¡ Sin embargo, contra toda lógica, empiezo a pensar que nada es imposible. Este cuadro no se ha pintado para permanecer envuelto en un papel de regalo. Este cuadro necesita una pared para colgarlo, y un techo para que no se moje y se destiña… y gente que lo pueda mirar y admirar, y niños que lo señalen con el dedo.

A través de la ventana veo a Pascal un día, y otro, y otro, rompiendo con un martillo pesado las grandes piedras que se encuentran en el terreno. Tiene fama de trabajador y de conocer, mejor que nadie, los puntos débiles de las rocas, por donde tiene que comenzar a golpear. No hay una que se le resista. El fuego, a veces, le sirve de gran ayuda. Veo a sus hijos - hasta cuatro al mismo tiempo - entre once y catorce años, machacando las piedras al llegar de la escuela, para hacer la gravilla. No tienen dinero pero tienen manos, voluntad y fuerzas para lograr lo que quieren. Y es que no pueden seguir mucho tiempo más, como hasta ahora, con la casa inundada cada vez que las lluvias se ensañan con ellos, y levantándose en plena noche para sacar el agua que les entra por todas partes.

Así que este cuadro, me está gritando algo, y me obliga a pensar, a escribir, a rezar, a construir, a despertar, a hablar. Pascal posiblemente no sabrá nunca que este cuadro destinado a su casa está, sin martillo, y sin golpes, sin fuego y sin palabras, apresurando, bajo un papel de regalo, la realidad de un sueño. Me temo que será para mí un interlocutor recalcitrante, silencioso y exigente al mismo tiempo, que no me dejara tranquila hasta que no tenga “su pared”…

Que nadie me diga que soy utópica o idealista. Puedo responderles que he visto otras cosas más difíciles que empezar una casa por un cuadro… Porque si ha habido gente que ha logrado colgar una campana en lo más alto de una iglesia- que no existía-, también puede haber gente que se empeñe en levantar  paredes solamente por el “gusto” de colgar un cuadro…
Y ya les contaré, porque supongo que seguirá diciéndome mil cosas, incluso encerrado dentro del armario.

Sospecho que solamente guardará silencio cuando esté en su lugar…

 



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